Malestar presente y futuro

Sobre la reacción ante las movilizaciones de alumnos secundarios

pink floy the wall

El peculiar malestar de los opinadores derechistas sobre la movilización de alumnos secundarios en la Ciudad de Buenos Aires se asemeja al de hace una década en Chile. En la rabia de esa corriente de opinión, influyente y bien amplificada por radio y tv, con los estudiantes secundarios subyace la evidencia de que en el futuro también habrá resistencia. Esa evidencia sobre el futuro -sobre un futuro en donde no habrá unanimidad sobre el orden que estos opinadores predican cada vez con mayor radicalidad- es testimonio de su fracaso presente.

Puede que no se compartan los objetivos o métodos de las movilizaciones y acciones del estudiantado secundario (y el autor de este blog en general no los comparte hasta donde logra comprenderlos), pero agitar el manodurismo y asimilar los secundarios a la mafia en la Argentina equivale a pedir sangre.

En lugar de indagar sobre las condiciones de posibilidad de la movilización estudiantil y sobre las prácticas concretas de (no) contención del mundo adulto y en particular de una institucionalidad educativa que revela sus taras, por ejemplo, con una pretendida reforma que se reduce a un rústico powerpoint plagado de consignas de tipo ideológico, la alternativa de culpar a los alumnos movilizados es un atajo a la razón. Este atajo -reflejo de otros- es, en sí mismo, síntoma del tipo de debate público que se organiza en el país sobre un espacio estratégico de socialización como es la educación.

Así como la exhibición de la pasión por un mítico y remoto orden (que sólo tuvo representación cabal en los largos períodos de autoritarismo estatal en la historia argentina) es problemática y desafía la producción de respuestas por parte de quienes no participan de esa perspectiva, reviste también interés indagar en el temor indisimulado que pone en escena el reclamo de represión a las movilizaciones (como escribió Jorge Luis Borges en «Anotación al 23 de agosto de 1944», «entonces comprendí que él también estaba aterrado»): el reclamo y la organización de los secundarios (a diferencia de las estrategias de resistencia de trabajadores en ramas que la economía actual declara «inviables») son portadores de una proyección a futuro, una señal de la sociedad del mañana, que altera de modo especial a los albañiles de la opinión del statu quo, conmueve su horizonte de certidumbre y promesas y, finalmente, desata sin mediaciones racionales su furia.

Martín Becerra

 

 

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