Y péguele a Aguad

Y péguele a Aguad (deporte de burbuja)

por Martín Becerra

francis bacon 1

La fusión de Telecom y Cablevisión, festejada por el futuro ex ministro de Comunicaciones Oscar Aguad junto a un coro de predicadores a favor de la concentración del sector, al tiempo que se anunciaba la disolución del Ministerio y el pase del funcionario a la cartera de Defensa, desató reacciones variopintas sobre la decisiva intervención estatal para favorecer a un grupo en detrimento de la competencia anunciada al inicio de la presidencia de Mauricio Macri.

Una parte de esas reacciones, que es recurrente en el ambiente más politizado y sobreinformado en la Argentina (la burbuja que el duranbarbismo etiqueta como «círculo rojo»), pivotea de modo obsesivo y burlesco en los varios papelones verbales y otras boutades del ministro Aguad. Sobre eso versan estas líneas, sobre el deporte de pegarle a Aguad (en las entradas anteriores del blog se pueden, en cambio, leer análisis sobre las políticas aplicadas en el sector de las comunicaciones al menos desde 2007 hasta la actualidad).

Es demasiado fácil criticar a Aguad… es un ejercicio fronterizo con la demagogia en «el ambiente». Es, cierto, una tentación de sencilla concreción en un mundo en el que la distancia entre los deseos y la realidad a veces angustia. Pero, al burlarse de Aguad (o de sus antecesores o sucesores, como también lo sería mofarse de la ministra Patricia Bullrich por alguna supuesta afición personal -es decir, donde se lee «Aguad» debe leerse cualquier nombre que convoque en el lector sentimientos de desprecio, convicción o sensación de inoperancia o de servidumbre a algún interés contrario-) en muchos casos se elude el ejercicio -laborioso- de comprender, de analizar y de insertar su comportamiento en el marco de políticas. Todo dicho con respeto a la parodia y al humor, que se echa bastante en falta en el debate político.

Sí, por supuesto, los modos importan y que un ministro carezca de conocimientos básicos de su área (lo que sucede en Argentina en todo gobierno desde hace décadas) es irritante, pero habla de indolencia de las políticas y de las condiciones de posibilidad que exceden a esa persona. Hay, entonces, un punto más interesante para el análisis que la incontinencia verbal de un ministro.

¿Qué hay de sistémico y qué de singular en la «gestión Aguad»? Esa pregunta es siempre más interesante, provocadora y más productiva que tomar cualquiera de las frases infelices lanzadas al ruedo por el funcionario.

Y, más allá del caso Aguad, como dice sabiamente Pablo Semán, «no reduzcamos aladversario a su peor frase».

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