La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, presentó una querella por calumnias e injurias contra la revista Qué Pasa. Mal asunto, ya que las figuras públicas (muy en especial los presidentes y altos cargos estatales) están expuestos a niveles mayores de crítica -cáustica, incluso- y sarcasmo en beneficio del derecho a la información y la exposición a una diversidad de puntos de vista de la sociedad.
Los contenidos críticos sobre las figuras públicas son esenciales para nutrir el debate público sobre el desempeño de éstas. La judicialización de la crítica (y en algunos países americanos, su penalización), produce un efecto inhibitorio y de autocensura en otras opiniones y perspectivas que puedan, en pleno ejercicio de la libre expresión, también incluir críticas. De manera que no sólo los sujetos querellados pueden ser silenciados, sino que el conjunto de la comunidad es privado de su punto de vista.

A menos que se demuestre en un proceso con todas las garantías que hubo «real malicia», es decir que se difunda una información falsa conociendo el carácter falso de la misma antes de su puesta en circulación social, toda crítica es necesaria en el marco de la convivencia democrática. Una figura pública puede responder las críticas que considera desacertadas -criticando al crítico- sin necesidad de apelar a instancias judiciales.
En otros términos: si te gusta el durazno, bancate la pelusa.
(Esta aclaración debería ser innecesaria: lo dicho vale para todas las figuras públicas, tanto da si son más afines a las ideas o emociones propias como si son antagónicas, como se expuso en el caso de Cecilia Pando contra la Revista Barcelona en Argentina.)
Acá lo explica muy bien el Relator para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Edison Lanza http://www.t13.cl/noticia/politica/las-figuras-publicas-deben-estar-sujetas-al-escrutinio-publico