Diario Perfil
CRITICAS Y FUNDAMENTOS
La Ley de Medios y los estudios en comunicación
Por Guillermo Mastrini* Y Martin Becerra**
En primer lugar, sorprende la falta de evidencia empírica que se presenta al respecto. Lejos del más elemental rigor periodístico, esta vulgata se reitera sin siquiera informar quiénes habrían sido los hipotéticos redactores. Quienes hemos estudiado históricamente el proceso de regulación de los medios sabemos que esto no se corresponde con la realidad y que del equipo redactor participaron juristas con amplio conocimiento en la materia y con competencia en derecho comparado. El proceso de redacción incluyó consultas con actores de la industria y de un sector de los medios comunitarios.
Hay un inconveniente aún mayor. ¿Qué pasaría si se aplicara el mismo razonamiento a otras regulaciones? Problemas como el de la minería o los mercados financieros no serían objeto de atención de geólogos o economistas, sino que habría que dejar que las empresas mineras (el equivalente a “la industria”) o los bancos (que conocen “la realidad del sector”) a través de sus cuadros técnicos se regulen. Pues bien, importa recordar que la Ley de Radiodifusión de 1980, reemplazada por la de 2009, fue fruto de un acuerdo de los radiodifusores privados de entonces con la dictadura militar. Su centralismo, su carácter censor, sus rígidas disposiciones anticoncentración, su adscripción al lucro como única lógica de desarrollo de los medios, su confusión entre Estado y gobierno y su negación de aspectos básicos del derecho a la comunicación configuraron un resultado que difícilmente pueda reivindicarse en el marco del sistema democrático.
Otra opción sería que quienes han sostenido esta línea argumental subestimen la consistencia de los estudios académicos en comunicación, ignorando una rica tradición de investigación en el campo cultural y de los medios desarrollada a nivel mundial con amplitud de enfoques teóricos y metodologías. Desconocer esta tradición supone además negar la importancia de la especificidad de la comunicación y la cultura como objeto de estudio, en un momento que ocupa un lugar central en las sociedades contemporáneas. Peor aún: esta posición descalifica la formación profesional y académica de quienes cotidianamente trabajan para informar al conjunto de la ciudadanía.
La ley 26.522/09 recupera conceptos académicos debatidos en las carreras de comunicación social y en el periodismo e invoca la diversidad cultural como valor. Lo hace en forma articulada con la doctrina jurídica de libertad de expresión. Al tiempo que promueve la pluralidad de actores en el sector de los medios, ningún artículo de la ley puede ser usado para restringir la difusión de información u opiniones.
La norma audiovisual es, como toda ley, perfectible. Los defectos a los que suele aludirse cuando se señala su presunto academicismo no surgen del texto aprobado por el Congreso sino de una aplicación cuya discrecionalidad, a nuestro juicio alta, es objeto de debate y seguramente tendrá impacto en la controversia judicial en curso y en la eficacia de la ley a mediano plazo.
Es legítimo y necesario criticar la ley así como su aplicación. Pero la crítica se descalifica a sí misma cuando disfraza como evidencia una especulación desinformada. Si el contexto de discusión pública sobre la ley y su aplicación se nutriera de información y no de suspicacias, quienes suscribimos este texto no deberíamos aclarar que no es autorreferencial y que conocimos el proyecto de ley audiovisual sólo cuando fue hecho público, lo que no nos impide valorarlo como un gran avance.
*(UNQ-UBA). **(UNQ-Conicet).
Estimado Martín, te doy mis respetos por tus notas. Son una verdadera lección comunicacional. Dicho esto sugiero que alguna vez se escriba sobre los pequeños medios del interior profundo del país. Aquellos que existimos para algunas cosas, pero para otras no existimos. Que somos tratados como medios comerciales, a pesar de ser frecuencias de baja potencia y estar en lugares apartados de los grandes centros urbanos, pero que en realidad funcionamos como emisoras comunitarias.
En nuestro caso estamos siendo hostigados a diario por la AFIP, por el AFSCA o cualquier otro estamento estatal. ¿el motivo? el cumplimiento de las reglas de juego. ¿está mal? No. Cumplimos, dentro de nuestras posibilidades, con todas y cada uno de la exigencias.
Entonces ¿que es lo que está mal? Que en un pueblo de 20 mil habitantes funcionan una decena de radios en la mas absoluta ilegalidad y una que además pertenece a una mutal gremial que funciona en cadena en 10 localidades de la provincia. Esa decena de radio ilegales, por lo que averiguamos, ni siquiera se han inscripto en el registro que oportunamente abrió el AFSCA.
¿Como es entonces? ¿Ese Estado que a mi me reclama hasta la última coma de cualquier documentación, porqué no me defiende ante la ilegalidad trasnformada en competencia desleal?
El AFSCA, la AFIP y la CNC nunca llegan a esos medio, claro, no existen. En cambio si nos persiguen a nosotros.
Con la antigua Ley de Radiodifusión hicimos múltiples denuncias en el ex Comfer, nunca una respuesta. Con la nueva Ley esperamos que regularicen la situación, pero a tres años de existencia de la misma nada, absolutamente nada a cambiado, exepto la presión que ejerecen sobre nostros.
Ese Estado que a mi me reclama todo, a los otros no reclama nada y ni siquiera me protege para poder subsistir.
Ni hablar de tener acceso a una mínima pauta del Estado Nacional. Suscribimos hace unos años, por la resolución respectiva, un convenio donde canjeamos espacio publicitario por una deuda con la AFIP. Una vez cumplido el mismo «nunca más», a pesar de solicitarlo casi semanalmente, fuimos incluidos en una pauta oficial. Sin embargo políticos, funcionarios y otros si hacen sus aportes en los medios ilegales, todo absolutamente «en negro».
Lejos de la pelea del gobierno con Clarín, lejos de los de a favor y en contra, está es una realidad que nadie contempla. Es como gritar en el desierto.
Alguna vez alguien debería ocuparse de lo que nos pasa a los pequeños, muy pequeños medios del interior profundo.
Un fuerte abrazo
Marcelo Manzatto
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